POESIAS PSICOTICAS (tomo 12)

Malandra, suelta mi mano,
no has de llevarme por caminos nuevos.
Los he recorrido a todos
¡He dicho!
No insistas acurrucado ahí
con ojos de gato indeciso.
¿No ves que este cielo ha agotado toda posibilidad nueva?
Me asombra el parecido de una calle a otra,
me asombran los colores
que se repiten en los carteles,
siempre iguales y tediosos...
No corras más, Malandra;
no he de seguirte a tu cueva de maravillas
que mi vista ya ha descubierto otras miles de veces,
en otros tiempos,
otras eras,
tus tesoros que brillan
con el mismo fulgor gastado de siempre,
manoseados por otras manos,
sin destino,
ni pena,
ni gloria,
ni un grano de arena en este gran desierto del tiempo.
No me invites a provar, Malandra,
que mis labios y mi lengua ultrajada
ya sorvieron todos tus platos,
tus postres,
tus vapores,
y la sed me tiene arrinconada,
pero no hay remanso...
No hay oasis donde el agua no esté envenenada
por los sudores ajenos,
por la tierra densa y putrefacta
del hastío de los sueños.
No, Malandra,
no encontraré aquí mi morada,
ni mi paz, ni sobresaltos, ni nada...
No me mueve ni una célula,
cualquiera de tus más inspirados espantos
fabricados para dejar sin aliento
a los espectros que siguen danzando,
saltando de un adoquín a otro
en un movimiento incierto y descalabrado,
con pensamientos cerrados y desmayados
con alas de hierro y sinsentidos abstractos...
No me lleves a esa vorágine que me deja indiferente
y en la total evidencia de mi hartazgo.
No, Malandra...
...Tu cielo,
tu Tierra,
tu cuerpo,
tu casa de horrores, tus ruidos
tus colores
ya no me quitan el aliento.
Me estoy yendo con pasos calmos
de este planeta sin amos,
de este aquellarre sin sustento,
sin rojos ni negros,
todo pureza,
todo de blanco...

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